
El 25 de agosto de 1987, Héctor Abad Faciolince, recibió un beso sonoro en la mejilla de su padre, el líder del comité de derechos humanos, el médico salubrista que ya desde su juventud se había comprometido con las causas de la gente pequeña, los desarrapados, los apaleados, los que no tienen voz, ni pan, ni zapatos. Eran las 5:15 de aquella tarde, la última que vería Héctor Abad Gómez, el hombre que había luchado contra temibles pandemias como la tifoidea, malaria, tuberculosis, polio, y contemplaba horrorizado e impotente el avance progresivo de una nueva epidemia que lo devastaba todo y de la que iba a ser una más de sus víctimas : La violencia. Llevaba en su bolsillo un soneto de Borges, que había copiado aquella mañana, Epitafio y la macabra lista que el lunes 24 de agosto muy temprano le habían leído desde una emisora de radio local donde los emisarios de la muerte lo sentenciaban bajo los cargos de : “ Médico auxiliador de guerrilleros, falso demócrata, advirtiendo : Peligroso por simpatía popular para elección de alcaldes en Medellín. Idiota útil del PCC- UP ”. Aquel martes 25 por la mañana asesinaron al presidente del gremio de maestros de Antioquia, Luis Felipe Vélez, en la puerta de la sede del sindicato y Héctor Abad Gómez, rabioso y consternado se dirijía en compañía de su discípulo más querido, Leonardo Betancur y una desconocida que lo había instado a visitar al líder inmolado, y al llegar a la puerta de ADIDA ( Asociación de institutores de Antioquia) había desaparecido, allí los esperaba la muerte.” En ése momento- dice su hijo Héctor Abad Faciolince- no puedo llorar. Siento una tristeza seca, sin lágrimas. Una tristeza completa pero anonadada, incrédula. Ahora que lo escribo soy capaz de llorar, pero en ese momento me invadía una sensación de estupor. Un asombro casi sereno ante el tamaño de la maldad, una rabia sin rabia, un llanto sin lágrimas, un dolor interior que no parece conmovido sino paralizado, una quieta inquietud…”. El olvido que seremos es una larga epístola donde el hijo reconstruye minuciosamente cada capítulo vivido al lado de ese padre bondadoso, consciente de sus responsabilidades históricas, en un país de inequidades, de infames persecuciones, intolerante. Están en sus 42 capítulos la saga de la familia Abad Faciolince, con personajes de una inolvidable belleza como Marta Cecilia Abad, la más alegre, inteligente y vital, quien a los 16 años es arrebatada por la muerte, un cáncer de piel ( melanoma) sumiéndolos a todos en la desesperanza; Están en sus páginas los amigos, el exilio doloroso, la lucha por no desfallecer aún en medio de las peores catástrofes, el testimonio de un hijo amoroso que después de más de 20 años convoca la presencia del padre, esa dulce sombra, para increpar a sus asesinos, que como en la tragedia de Shakespeare, Mac beth, asesinaron el sueño. En el olvido que seremos recorremos un país con sus paradojas, sus héroes anónimos y Héctor Abad Faciolince, nos ayuda a través de sus desgarradoras páginas a exorcizar nuestros propios fantasmas en un país donde contemplamos impotentes la infamia de cada día.
1 comentario:
Me gustó el texto de H.A.F, es incisivo y lúcido.
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